lunes, 28 de julio de 2014

El sospechozo

Embelesado por los colores,
 atolondrado ante el embrujo de las vitrinas,
decidí entrar al nido de la araña
¿Quien me mete en estos lugares?
Simple comportamiento de manada.

 Con el aire acondicionado a tope
 y montañas de artículos en promoción
 deambulo en este castillo de cristal,
 busco algo para adornar mis huesos
observado por maniquíes forrados de celofán.

 Miro en los precios un absoluto desmadre
la gente hurgando en montañas de ropa
 pienso en la idea de la palabra “rebaja”
 mis bolsillos envueltos en telarañas
mi economía fenecida en su mortaja.

 Me largo, ya he visto suficiente
 la salida la vislumbro en la distancia.
 paso a través de unas alarmas
pienso en que sonaran mis tripas
 un sujeto detiene mi escapada.

Con frías palabras me pide ver mi bolso
 pienso en las pelusas que en él conservo
 tonterías propias y un par de libros
“seguridad” estampado en su camisa
me hago el iluso y observo desentendido.

 “Joven, no hagamos de esto una escena”
algo en mi cerebro se gangrena
empiezo a entender que soy sospechoso
ya por todos me siento increpado
hasta presiento el frío calabozo.

 Sin duda, algo he hecho
 ¿Será por las mentiras del currículum?
afiladas miradas me espetan en silencio
 empiezo a desconfiar de mi mismo
pues a veces creo que yo soy un maldito.

 Exploto, jamás extraje algo de este antro,
 que es elegante pero pijo y putrefacto.
Devuelvo las miradas rencoroso
 le enseño el bolso al vigilante
 si encuentra algo yo mismo me esposo.

 El sujeto hurga en mis pertenencias
 las que hace tiempo no he lavado
lo miro serio, rabioso e indignado
 de pronto noto que se hace chiquitito
 como si se estuviera haciendo enano.

Su voz ahora es un susurro
 toma ya cazador cazado
 me ofrece disculpas dignamente
¿Pero que se habrá imaginado?
 lo siento dice, tan solo en mi trabajo.

Miro a sus ojos fijamente
 la tristeza del mundo sale de ellos
 “Antes trabajaba feliz en la construcción,
 por este trabajo estoy perdiendo el pelo”
 me regala una diminuta sonrisa y hasta luego.

 Y de pronto sus ojos son espejos
pequeños cristales opacos y grises
en los cuales me veo reflejado
 cavilando camino rumbo a casa.
convencido de no ser el único “rebajado”.
 y así vamos todos maniatados.