miércoles, 27 de octubre de 2010

44 céntimos de nada

Casi eran las once de la noche cuando Djembé divisó la estación de Mataró. La derrota del Barça en penales había prolongado el final del partido. Aunque llegaba justo a tiempo para coger el rápido de las once. Había sido un dia frio y gris. Pésimo para la venta ambulante. Las primeras lluvias de otoño vaticinaban el comienzo de las vacas flacas. Los ahorros no eran muchos, pero siempre había algo que hacer. Aparte es común entre los senegaleses ayudar a su prójimo cuando el camino está empinado.

La fina garuga que caía había mojado el pavimento. Su saco verde, lleno de carteras “Calorina Herrera”, pesaba más de la cuenta. Culpa del agua y la escasa venta. Luminosas balizas policiales alertaron a Djembé. Un accidente de coches al costado de la estación, había sembrado de maderos el lugar. El asfalto resbaloso es un silencioso peligro para los conductores, especialmente para los que sobrestiman su pericia al volante. El muchacho cruzó cerca de la autoridad, tratando de pasar lo más desapercibido posible. Caminando como un gato flaco en la oscuridad. Su corazón quedó petrificado cuando un agente que ordenaba el tráfico se fijó en él. Sin embargo el día no estaba para detener manteros.

Una vez dentro de la estación, el senegalés volvió a la calma. Eran las once con tres minutos. El tren arribaría de un momento a otro. Como habitualmente lo hacía trató de colarse, pero una gruesa figura naranja detuvo su intención. Era Cara de Perro. El guardia con más malas pulgas de toda la red de transporte ferroviario. Estaba agazapado detrás de un pilar. Casi intuyendo que algún sujeto trataría de pasar sin boleto.

-No en mi estación, gilipollas- pareció ladrarle intransigentemente.

“¿Como podía ser?”, se cuestionaba Djembé. “Pero si este agrio sujeto trabajaba en otra estación. Dios se está revelando contra mi”, fue lo que pensó. El guardia se enfundó sus siniestros guantes de cuero y, amenazante, no le quitaba mirada al africano. Tan solo su presencia intimidaba. Eran casi dos metros de musculatura a base de gimnasio y esteroides. Tenebrosos tatuajes, adornaban la parte trasera de su calva. Un sobresaliente colmillo amarillo destacaba en su cara. Portaba una larga porra en su mano. En otras palabras un obstáculo prácticamente infranqueable.

Djmbé exploró sus bolsillos, pero sólo tenía 44 céntimos. Maldijo la hora en que decidió consumir dos Coca-Cola Zero, en el bar donde vio el fútbol. Renegó de su mala estrella a la hora de tomar decisiones. Pensó en ponerse a vender a los apresurados pasajeros que transitaban hacia sus casas. Sin embargo la gente reuhía de cualquier conversación. Caminaban raudos y serios, como si estuvieran enfadados por el clima. Añoraban llegar lo más rápido posible al calor de sus hogares. Para peor la presencia de la policía y de Cara de Perro, convertían la misión en un intento suicida. Meditaba esto cuando el tren ingresó en la estación. Salío a la calle. Trató de pedirle dinero a la escasa gente que transitaba, pero estas lo ignoraban. Su precario dominio del español, era otra piedra en el zapato. Mientras detrás de un pilar, el guardia se regocijaba con su victoria.

La policía seguía allí. No podía saltar las rejas de la estación ya que se delataría. Pensó en pedirle dinero a ellos. Pero nunca escuchó a nadie que lo haya hecho. La estridente alarma del tren comenzaba a anunciar el cierre de puertas. Djembe tomó un largo suspiro y, resignado, optó por tranquilizarse. Decidió observar detenidamente la escena. El tren cerró sus puertas y arrancó muy despacio. Nunca se había fijado en esa gran suma de detalles . Le resultaba armonioso ver como esa pesada máquina se ponía en movimiento. Como crujían los rieles. La gente, sorprendida por el vehemente frío, se acomodaban sus abrigos y salían frenéticos de la estación. Era mágico. Mientras el suave rocio empezaba a mojar su frio rostro. Decidió caminar, meditar que hacer ahora. Una voz que emanó desde un montón de cartones, lo sacó de su contemplación.

-¿Picha, teneís un piti?- le preguntó un anciano que allí pernoctaba.
-No fumo.
-Joder. ¿Y sabes como quedó el Barça?.
-Perder por penaltis.
-¿No pudo pasar de ronda?.
-No. Y yo tampoco- Y exhibiendo sus blancos dientes, le esbozó una afable sonriza al viejo.

Continuó triste su caminata a ninguna parte. La lluvía se hacía más intensa. Un letrero luminoso, que anunciaba una bebida, robo su atención. Era una luz de neón que parpadeaba caprichozamante. Como la mayoría de las eventualidades del destino.

viernes, 22 de octubre de 2010

la abuela grillo

Abuela Grillo from Denis Chapon on Vimeo.



Excelente corto de dibujos animados sobre el agua, adaptado de un mito ayoreo y producido enThe Animation Workshop de Viborg, Dinamarca. Cuenta con el apoyo del gobierno danés y ha sido gestionado por The Animation Workshop, Nicobis, Escorzo y la Comunidad de Animadores Bolivianos.
Animado por 8 animadores bolivianos, dirigido por un francès, música principal “Chillchi Parita” compuesta y cantada por Luzmila Carpio, embajadora de Bolivia en Francia, otras composiciones y arreglos por Pablo Pico.
Integrantes del equipo de producción: Denis Chapon , Israel Hernandez , Hanna Habermann ,Alejandro Salazar , Cecilia Delgado , Joaquín Cuevas , Mauricio Sejas, Miguel Mealla , Román Nina , Salvador Pomar, Susana Villegas.